PÁSSAROS VOAM RENTE AO CHÃO

PÁJAROS VUELAN AL RAS DEL SUELO

Potira itapitanga.

Em português

1

O sol era de dezembro, pássaros cantavam nas árvores, flores vermelhas e amarelas nos canteiros e eu atravessei a BR para chegar ao outro lado. Lá estava Thieres Tayrone; um jovem magro com cabelos e olhos escuros. E havia também joaninhas no canteiro que separa as duas mãos da rodovia; então fiquei por lá, encantado. Thieres parou também. Não falamos nada, só admirando o canteiro e as joaninhas. Depois segui na direção que queria, mas pisando na grama com cuidado para não calcar os insetos. Ele fez o mesmo. Tinha também grilos verdes, formigas amarelas, borboletinhas cinzas de asas triangulares. Mas quem reinava absoluta eram as joaninhas com suas pintas pretas em suas asas vermelhas. Grilos pulavam das ramas para nossas pernas e sorríamos. Formigas continuavam suas vidas de trabalho e sorríamos. Borboletinhas voavam para pousar em outras ramas e sorríamos. Joaninhas voavam de rama em rama, da rama para mim, de mim para Thieres e da gente para bordejarem. E nós ríamos e ríamos.

Chegamos ao destino. Era uma festa japonesa. Comidas típicas, músicas brasileiras, alguns conhecidos e gente nova para conhecer. Comi, ouvi, conversei e vi um brinquedo japonês interessante. Uns vinte centímetros de altura, paredes de lata vermelhas e vidros transparentes. Era uma cabine telefônica, dessas que vemos em filmes ingleses. O curioso ou engraçado era que ao colocar algum boneco lá dentro o brinquedo ampliava nossa voz, como se fosse um microfone. Então eu cantei e cantei até me pedirem para calar porque não estavam mais suportando minha voz. Eu ri e parei. Não tardou e Thieres tocou seu violão amplificado pelo brinquedo. Enquanto tocava, saí.

2

Com o violão amplificado pelo brinquedo, Thieres cantou umas músicas. Marcela se sentou perto dele e o escutava com ouvidos moucos. Ao término, vão ao jardim para conversar, beber e namorar. Um beijinho e

- Ai, que saudades de Jorge...

Thieres mal ouve e continuam a falar sobre as músicas que ela gosta de escutar.

- Ai, que saudades de Maycon.

Pensa em perguntar de quem está falando, mas prefere beijá-la mais um pouquinho. Quando os lábios se despregam:

- Ai, que saudades de Lucas.

- Jorge, Maycon e Lucas, quem são eles?

- Ninguém não, amor.

Ele se cala despreocupado. Se ele pode ter tido muitas namoradas porque para ela seria diferente?

- Ai, que saudades do Ric...

Diante do olhar do Thieres, Marcelas muda de assunto:

- Amor! O que é pleonasmo?

Estranha a pergunta fora de hora, mas responde:

- Pleonasmo é repetição de ideias ou palavras que tenham o mesmo sentido.

- ??

- Quer um exemplo?

- Quero sim, amor.

- Subir para cima.

- Ah! Seria como dizer Marcela bela, recatada e do lar.

Um pouco se silêncio e:

- Ai, que saudades do Carlos.

Amigos ou namorados, não me interessa. Mas não estou aqui para ficar ouvindo nome de estranhos. Pensa e diz:

- Espera um pouquinho, que vou ao banheiro.

Sai e não volta mais.

3

Assim que saí fui andar sem rumo. Em uma praça me sentei e falei para mim mesmo: Escura tarde, bandeiras cabisbaixas e há quem come, bebe e joga conversa fora enquanto pássaros voam rentes ao chão. Enquanto o poemeto ecoava em minha cabeça uma velhinha se aproxima e senta no mesmo banco. Ela me olha e lhe sorrio. Animada ela puxa conversa.

- O senhor não se importa em pegar na minha mão?

- Não, claro que não.

Com as minhas duas aperto de leve a destra dela.

- Hoje é meu aniversário e ninguém me deu parabéns. – Com voz embargada. – E eu estava precisando.

- Parabéns! Que coisa boa foi então me encontrar com a senhora.

- Estou fazendo sessenta e sete anos. E moro sozinha. Tenho duas filhas, mas elas moram em uma cidade longe. Se muito, uma vez por ano elas vêm me ver. Mas uma coisa boa me aconteceu. Estou aposentada e meu dinheirinho dá para pagar o aluguel. Gasto pouca coisa e moro naquele cantinho ali.

Depois de me apontar um barraquinho cercado de plantinhas em um pequeno espaço, ficamos conversando um bom tempo. E saio.

4

Volto para casa. Na BR não se vê mais as joaninhas. Mas as cigarras cantam nas árvores. Caminho pela grama olhando ora para o chão, ora para o céu. Mas não vejo nada a minha frente; só a natureza e meus pensamentos.

Um barulho na grama e levanto lentamente a cabeça. Vejo tênis, barra de um jeans, toda a calça, camisa e Thieres.

- Benito!

 Caminhamos juntos. Em silêncio. Talvez por alguns metros ou um quilômetro.

En español

1

El sol era de diciembre, pájaros cantaban en el árboles, flores rojas y amarillas en los canteros y crucé la autopista hacia al otro lado. Allá estaba Thieres Tayrone; un muchacho flaco de pelos y ojos oscuros. Y había también unas mariquitas en el cantero que separa las dos manos de la carretera; me quedé allá, encantado. Thieres paró también. Nada hablamos, solo admirando el cantero y las mariquitas. Después seguí en la dirección que quería, pero pisando en la césped con cuidado para no calcar los insectos. Él hizo lo mismo. Había también grillos verdes, hormigas amarillas, maripositas gris de alas triangulares. Pero, quien reinaba absoluta eran las mariquitas con sus pintas negras en sus alas rojas. Grillos brincaban de las ramas para nuestras piernas y sonreíamos. Hormigas continuaban sus vidas de trabajo y sonreíamos. Maripositas volaban para posar en otras ramas y sonreíamos. Mariquitas volaban de rama en rama, de rama para mí, de mí para Thieres y de nosotros para bordearen. Y reíamos y reíamos.

Llegamos al destino. Era una fiesta japonesa. Comidas típicas, músicas folclóricas, algunos conocidos y gente nueva para conocer. Comí, oí, charlé y vi un juego japonés interesante. Unos veinte centímetros de altura, paredes de hojalata roja y vidrios transparentes. Era una cabina telefónica, de esas que vemos en películas inglesas. El curioso o divertido era que al poner algunos muñecos en su interior el juguete ampliaba nuestra voz, como se fuera un micrófono. Entonces canté, canté mucho y solo me callé cuando me pidieron silencio porque no más suportaban mi voz. Reí y me paré. No tardó y Thieres tocó su guitarra amplificada por el juguete. Mientras tocaba, salí.

2

Con la guitarra amplificada por el juguete, Thieres cantó unas músicas. Marcela se sentó cerda de él y lo escuchaba con oídos sordos. Al término, van al jardín charlar, beber y enamorar. Un besito y

- Ay, como extraño Jorge…

Thieres mal oye y continúan a charlar sobre músicas que a ella gustan escuchar.

- Ay, como extraño Maycon.

Piensa preguntarle de quien está hablando, pero prefiere besarla más un poquito. Cuando los labios se despegan:

- Ay, como extraño Lucas.

- Jorge, Maycon y Lucas, ¿quién son?

- Nadie. No son nadie, mi cariño.

Él se calla despreocupado. ¿Si él puede tenerse enamorado mucho porque para ella sería diferente?

- Ay, como extraño de Ric…

Delante el vistazo de Thieres ella cambia de asunto.

- Cariño, ¿qué es pleonasmo?

Extrañando la pregunta en hora tan impropia él contesta:

- Es el empleo en la oración de uno o más vocablos, innecesarios para que tenga sentido completo, pero con los cuales se añade expresividad a lo dicho.

- ¿?

- ¿Quieres un ejemplo?

- Me gustaría, cariño.

- En fuga irrevocable huye la hora.

- ¡Ah! Sería como Marcela bella, recatada e del hogar.

Un rato silencioso y:

- Ay, como extraño Carlos.

Amigos o novios, no me interesa. Pero, no estoy acá para me quedar oyendo nombres de extraños. Piensa y dijo:

- Me espera un poco que me voy al baño.

Sale y no vuelve más.

3

Así que salí fue caminando sin rumbo. En una plaza me senté y hablé para mí mismo: Oscura tarde, bandera cabizbajas y hay quien come, bebe y charla cosas triviales mientras pájaros vuelan al ras del suelo. Mientras el poema repercutía en mi cabeza una viejita se acerca y sienta en el mismo escabel. Ella me mira y le sonrío. Animada ella empieza a platicar conmigo.

- ¿Usted no se importa de coger mi mano?

- No, es cierto que no.

Con mis dos manos aprieto levemente a diestra de ella.

- Hoy es mi cumpleaños y nadie me felicitó. – Con la voz embargada. – Y estaba precisando.

- ¡Felicitaciones! Me fue entonces una bendición encontrarle.

- Hago sesenta y siete años. Y vivo sola. Tengo dos hijas, pero ellas viven en una ciudad lejana. Si mucho, una vez por año ellas vienen verme. Sin embargo, una cosa buena me ha ocurrido. Estoy jubilada y mi dinerito da para pagar el alquiler. Gasto poca cosa y vivo en aquél rinconcito allá.

Después de me apuntar una chabola cercada de plantitas en un pequeño espacio, quedamos platicando por largo tiempo. Y salgo.

4

Volvo para casa. En la carretera no ve más las mariquitas. Pero las cigarras cantan en los árboles. Camino por la hierba mirando ora el suelo, ora el cielo. Pero no veo nada a mi frente; solamente la naturaleza y mis pensamientos.

Un barullo en la césped y levanto lentamente la cabeza. Veo tenis, vaquero, camisa y el Thieres.

- ¡Benito!

- Caminamos juntos. En silencio. Tal vez por algunos metros o un kilómetro.

 Rubem Leite é escritor, poeta e crontista; professor de Português, Literatura e Artes. Escreve ao Ad Substantiam semanalmente às quintas-feiras. E toda segunda-feira no seu blog literário: aRTISTA aRTEIRO.

  Escrito na manhã de 10 de dezembro de 2015. Trabalhado entre os dias 15 de agosto e 24 de novembro de 2016.